28.12.05



Las Hermanas. 1ª parte.

Sofía y Helena eran las dos hijas menores de los Sagredo. Una familia acomodada pero muy sencilla y alegre. La casa siempre estaba abierta a los invitados. Desde pequeñas estaban acostumbradas a ver desfilar parientes y amigos de sus padres que acudían con sus hijos a almuerzos que se extendían hasta avanzada la noche. Largas tertulias adornaban el aire en torno a la mesa. Los niños libres recorrían la casa o el patio, siempre que no hubiese un clima adverso para su salud. Todo fluía en una armonía que cualquiera desearía para su familia. Ambos padres trabajaban. Miranda tenía una pequeña y exclusiva boutique que se nutría del arte de estudiantes jóvenes de diseño. Almas capaces liberando sus ahora remuneradas ideas y trabajos. Muchas querían que sus prendas se lucieran en los escaparates y perchas de la boutique y Miranda se preocupaba de dar espacio, aunque fuese pequeño, a quien lo mereciera. Por su lado Alfonso alto y ya un poco calvo trabajaba en asesorías empresariales y no le faltaba la oportunidad de coproducir algún evento de amigos más entrometidos en el arte, sobre todo la música. Alfonso siempre tuvo mucho gusto por la música y un enorme respeto por todas las artes. Aunque se dedicaba a cultivarse desde joven, dejó que sus talentos innatos lo llevaran por el camino que se le había presentado y hacía sus trabajos como el mejor. Era un hombre feliz, su mujer era feliz y sus hijas aún más.

Estamos en 1994. Helena, la mayor de las hermanas cursaba el 4º medio en el colegio Patmos. Un establecimiento que tras una lucha ardua de suspensiones y conversaciones con los alumnos (largas noches en vela donde las palabras se mezclaban con el oxígeno que todos respiraban) había llegado a tener una postura abierta y seria. Helena se destacaba en su curso ya que siempre tenía algo que decir, sus notas eran excelentes y además era muy hermosa. Un metro setenta y tres de finas y suaves curvas. Una piel tersa color perla, una melena acleopatrada y unos grandes y levemente orientales ojos verdes. Su simpatía la convertía en una lider positiva que la llevó a ser presidenta de curso y romper varios corazones. Pero todos la perdonaban. No había manera de enojarse con ella. Sofía o la Sofi como todos le decían, tenía dos años menos que su hermana y compartía gran parte de sus atributos. Helena era su ídola y amiga fiel. Si tal vez no mantenía el nivel de notas de su hermana, si se destacaba por ser una gran deportista. Fiera defensora de cada punto que disputaba en el volley, una luchadora. Sofía estaba en 2º medio, pero sus amistades, compartidas con su hermana, eran de todas las edades. Sofía modelaba desde el año pasado y había sido rostro de un par de avisos publicitarios. La belleza de ambas era reconocida en esta pequeña ciudad jardín. Para que decir lo orgulloso que estaban sus padres de ellas. Eran ángeles indiscutidos en cada désfile de la boutique de Miranda. Los respetuosos alagos de parientes y amigos siempre creaban una sonrisa profunda en los dichosos padres. Helena pololeaba hace dos años con Franco que ya cursaba con buen rendimiento su segundo año de Medicina. Era un muchacho muy responsable que desde siempre fue muy bien aceptado por la familia Sagredo. Tenía una rica relación con los padres de Helena y con Sofía, era casi uno más. Si no lo era se debía a su profunda conciencia que lo mantenía dentro de límites que evitaban una posible confusión de roles. Esta pareja compartía cada momento que disponían y se apoyaban en cada plan que se les ocurría. Así habían llegado a tener memorables aventuras y excursiones fuera de los lindes de la urbe. Se divertían siempre con un cuidado que emanaba natural, casi incociente. Se amaban y cuidaban mucho. La primera discusión que surgió entre ellos se debió a un atraso que los tuvo en vilo por cuatro días. Helena estaba muy nerviosa y ya al segundo día le contó a Franco. Este en una reacción un tanto infantil logró que su enamorada se enojara por ves primera con él. Pero era algo a lo que ninguno estaba preparado. Se reconciliaron, juraron amor eterno y vieron serenamente que debían hacer. Al cuarto día habían ido juntos a comprar el test de embarazo. Si había que preocuparse y crecer de golpe varios años tenían que hacerlo juntos. Volátiles almas obnibuladas de amor, de un solo y único amor. Al igual que siempre salieron muy bien de esta. El test dió negativo. Tal ves su indiscutible amor y la energía tan bien dosificada que provocaban hacía que sus respectivos ángeles guardianes tambien trabajaran juntos y enamorados. Alfonso llegaba temprano de un trabajo para un amigo cuando la Filo, la nana que había trabajado en casa de sus padres, que lo había criado casi de niño, lo llama en un afán más de corazón de abuela que de copucha para mostrarle algo. Ese brillo natural y extraordinario de los ojos de Alfonso se nubló por vez primera, su sonrisa antes profunda se exterioriza unos centrímetros y por un segundo su tranquilo y maravilloso mundo se vió en caos. Pero las cosas mejorarían gracias a su cultura y a su amada esposa. Tras una conversación privada, que nunca llegó directamente a los oidos de Helena, ambos padres vieron las cosas con naturalidad. Miranda hablaría, pasadas las posibles sospechas por el tinte de la conversación, con su hija Helena sobre el amor y el sexo de una manera más bilateral y abierta. La familia continuó su ritmo de felicidad. Alfonso estaba tranquilo y Miranda aún más, y los pololos aconsejados por Miranda (discretamente a Helena en extricta conversación de amigas) ya se cuidaban como debía ser. Por su lado la Sofi gustaba de las reuniones y fiestas. Obviamente no bebía alcohol pero si disfrutaba mucho del baile y las amistades. Era de una alegría envidiable y su sonrisa iluminaba cualquier lugar que pisara. Todos la querían, la Sofi era una niña linda que con su aura llegaba al corazón de hombres y mujeres. En uno de los desfiles de la boutique la temática del vestuario fue de color y corte rebelde. Esta iniciativa fresca en las esferas de la boutique fue un trabajo conjunto de un grupo de último año del Duoc, Miranda que prestó todo el apoyo logístico y Alfonso que siempre gustoso hacía de productor. Estaba contemplado un desfile con música en vivo en una conocida disco y posteriormente cocktel y fiesta. Las hermanas como siempre erán de las modelos principales y si bien Sofía era aún menor de edad su rol en el ambiente le permitía desenvolverse con naturalidad, soltura y sin malas caras de sus padres por la fiesta. Allí conoció a Andrés, quién tambien modeló ese día, pero por gusto. El trato al que había llegado era parte de la ropa con la que alucinó. A sus 17 años Andrés era un rebelde con causa. Había caido en las drogas hace un par de años bajo el cliche de una familia desintegrada. Se había dado cuneta y recuperado gracias a un gran amigo mayor que le mostró de otra manera la vida y el mundo y lo rellenó de libros y música alucinantes. Ahora andrés era vegano y andaba en bicicleta, lo que no le contrariaba su gusto por un pito de ves en cuando, el punk y las cervesas con sus amigos mayores. La química entre Andrés y Sofía fue inmediata. Desde los preparativos del desfile las miradas se habían cruzado en un ir y venir sin tregua. Sofía que había bebido un par de copas de champagne trás el desfile, buscó a Andrés que observaba en su mundo el ajetreo de la disco desde un rincón. Leves tabaleos que se subían a la cabeza de Sofía, la gente se movía un poco más que de costumbre sumida en sus bailes y parejas. Sorteando cientos de rostros sonrientes, saludos de beso y abrazos. Sentía la música algo más fuerte de lo que recordaba de otras discos. Las paredes en un ir y venir secuenciado a la música y las luces. Flashes que se metían en sus pupilas inundando sus vías neurales aferentes hasta el encéfalo. Algo mareada, según pudo definir, se encontró con Andrés. La conversación fluía sola, ambos embriagados en las palabras del otro, unos tímidos pasos de baile sustentados por la amena charla. Sofía tal ves llevada por la alegría del éxito del evento, aceptó la invitación de Andrés. Salieron por una puerta trasera hacia un pequeño patio. Andrés con manos maestras y sin jamas desviar la atención de Sofía lió un porro delgado en pocos segundos. Fumaron conversando deshinibidos. Las palabras comenzaron a calar ondo en los oidos de Sofía, un retumbe constante que se confundía con los bits bajos que atrabesaban los gruesos muros de la disco. Su mareo champagnero tomó matices melosos y risueños. Ecos de vida emanaban de las luces cuando ingresaron al recinto, un leve temor a ser descubierta se esfumó cuando Andrés le tomó la mano. Caminaron hacia los baños. Sofía encontró una sonrisa divertida y unos ojos fucsia en su rostro. Las conversaciones al interior del baño resonaban fuerte en sus oidos. Los neones en el espejo incrementaron su brillo de manera vertiginosa. Ahora sus oidos tapados, la vista nublada y una confusión enorme opacando sus ideas. Sale desesperada del baño en el mismo momento que Andrés salía del baño de varones. Se abrazan, Andrés adivina lo que le sucede a la Sofi. La ingresa al baño de varones que estaba vacío y comienza a lavar suavemente su rostro procurando posar sus dedos recien humedecidos y frescos en sus sienes y terso cuello. Al poco rato Sofía se encontraba repuesta y más tranquila. Seguía un tanto mareada y confundida pero se sentía segura con Andrés. Confianza surgida de una mirada limpia de chiquillo. Se truncan en un abrazo beso que los eleva de lo material. Sofía que solo había pinchado un par de veces se desenvolvía confiada y dispuesta, alegre como nunca antes en su interior. Andrés cada cierto rato la miraba a los ojos y volvía a besar. El deseo comenzó a inundar la piel de ambos. Las caricias tímidas en un principio aumentaron su ritmo y profundidad. Ingenua e influenciada por más de alguna película Sofía llevó a Andrés contra sus pasos a una cabina del baño. Besándose desenfrenados, obnibulada la mente y los ojos solo puestos de ves en cuando en el otro. La polera de Sofía subida a la mitad experimentando sensasiones no conocidas. Las manos de Andrés algo torpes rozando lo más suavemente posible el cuerpo de Sofía. Ella apretándolo contra su cuerpo, rostros unidos en una sola y jugosa boca. Un goze absoluto, compartido. Fugaz y violento cambio en el ambiente. La puerta del baño se abre, la música olvidada sube de volumen bruscamente. Voces lejanas entran precipitadas al servicio de hombres. Sofía en una reacción mínima separa su boca de la de su amante. Su torso ya desnudo se despega del pecho de Andrés que inconciente gira su cabeza, la puerta de la cabina se abre y Alfonso distraido se encuentra con una escena que acabaría cambiando de manera definitiva ... ... ... ...